A los niños se los llama “mocosos” casi desde siempre. Porque siempre están con los mocos colgando.
La secreción mucosas es uno de los mecanismos de defensa del organismo. El sistema respiratorio, como otros sistemas del cuerpo humano, segrega moco, una sustancia semilíquida, viscosa, clara, a veces, mas blanquecina o amarillenta otras veces, más espesa.
Esta secreción tapiza la mucosa, que es la cobertura de toda la luz del tracto respiratorio; nariz, garganta, oídos, laringe, tráquea y bronquios. Lo que hace el moco es oponer una barrera a la entrada de sustancias, y microorganismos al sistema respiratorio. El primer filtro es la nariz. Cuando las sustancias que vienen en el aire entran en la nariz, el moco las atrapa.
El moco es rico en inmunoglobulinas y células macrófagos, que se encargan de atacar a bacterias y virus. Por eso cuando nos resfriamos tenemos más mocos. Necesitamos más defensas.
Los bebés y niños en sus primeros 3 años de vida viven con mocos la mayor parte del tiempo, sobretodo en invierno, que es cuando hay más virus respiratorios. Y eso es normal. Los mocos no son una enfermedad. Recordar esto.
¿Debo estar todo el tiempo intentado limpiar los mocos?
No. Sólo si absolutamente necesario, y si la cantidad de moco es tan grande que obstruye la nariz, y el bebé, sobre todo los más pequeños, no puede respirar y se agobia porque tiene la nariz tapada.
¿Por qué no es bueno limpiar y aspirar los mocos muchas veces?
Porque cada vez que instilamos suero fisiológico o sustancias salinas (cada vez más de moda) estamos metiendo agua a presión (a veces con microbios) a los oídos a través de las trompas de Eustaquio. Y eso trae problemas.